La Virgen que quiso quedarse: Celebramos a Nuestra Señora de Luján, Patrona de la Argentina
Cada 8 de mayo, el pueblo argentino se une en la fe para honrar a Nuestra Señora de Luján, cuya historia milagrosa nos recuerda que fue ella quien eligió quedarse con nosotros. Desde entonces, millones caminan hacia su santuario con el corazón en las manos.
Hoy, 8 de mayo, celebramos con alegría y profunda devoción la fiesta de Nuestra Señora de Luján, Patrona de la Argentina. Su imagen, detenida milagrosamente en tierras bonaerenses en 1630, es para los argentinos un símbolo de cercanía maternal, de identidad nacional y de esperanza constante.
La historia se remonta al siglo XVII, cuando Antonio Farías de Saa, un hacendado de Sumampa, pidió desde Buenos Aires una imagen mariana para levantarle una ermita. Desde Brasil llegaron dos estatuillas: una representando a la Inmaculada Concepción y otra a la Virgen de la Consolación. Pero fue la primera la que, de manera inesperada, no quiso seguir viaje.
En un paraje cercano al río Luján, la carreta que transportaba ambas imágenes se detuvo sin razón aparente. A pesar de los esfuerzos por continuar, los bueyes se rehusaban a avanzar. Fue el esclavo Manuel —el negro Manuel, como lo recuerda la tradición— quien, inspirado por la gracia de Dios, sugirió bajar los cajones para probar qué sucedía. Al separar el cajón que contenía la imagen de la Purísima, los animales pudieron moverse sin dificultad. “Esto indica que la Virgen quiere quedarse aquí”, dijo Manuel. Y así fue.
Allí comenzó la historia de amor entre la Virgen y este suelo. La imagen fue colocada en una humilde capilla junto a la casa de Don Rosendo Oramas, y durante cuarenta años fue venerada por una creciente cantidad de fieles. La devoción fue creciendo hasta convertirse en un torrente de peregrinos que aún hoy, siglos después, caminan hacia Luján desde todos los rincones del país, llevando en sus pasos peticiones, agradecimientos, dolores y esperanzas.
El negro Manuel, testigo privilegiado de aquel milagro, dedicó su vida entera al cuidado de la Virgen. La tradición le atribuye dones de sanación y la gracia de ver a la imagen salir por las noches a visitar a los necesitados. Manuel representa el alma humilde y servicial del pueblo argentino, el corazón creyente que acompaña silenciosamente a la Madre.
Hoy la Basílica de Luján, levantada sobre aquel lugar donde la Virgen quiso quedarse, es faro de fe nacional. Allí se renuevan cada año promesas, lágrimas, rezos y celebraciones. Allí se siente fuerte la voz del pueblo que dice: “Madre de Luján, no te vayas nunca”.
Celebrar esta fiesta no es solo recordar un hecho histórico. Es volver a dejarse mirar por María, es entender que en medio de las dificultades del país, hay una Madre que eligió quedarse, que escucha, consuela y camina con su pueblo. Por eso, hoy más que nunca, elevamos nuestra oración confiada:
¡Virgen de Luján, ruega por nosotros y por nuestra patria!