Aburrirse también es crecer

María Pía del Castillo, Directora Ejecutiva de la Fundación Padres, propone un cambio de mirada frente a esas palabras tan comunes en la infancia: “¡Me aburro!”. Lejos de ser un problema, asegura que el aburrimiento es una oportunidad para crecer en autonomía, paciencia y creatividad.

“Muchas veces, cuando escuchamos a nuestros hijos decir ‘¡Me aburro!’, sentimos que tenemos que salir corriendo a llenar ese vacío”, señala Pía del Castillo en su columna semanal sobre afectividad y familia. Sin embargo, propone dar un giro en la mirada: “El aburrimiento no es un problema, sino una oportunidad. Es un terreno fértil”.

En un tiempo marcado por la sobrecarga de actividades, la inmediatez de las pantallas y las agendas llenas, la especialista advierte que los chicos necesitan espacios sin estímulos inmediatos: “Cuando un niño se aburre, no está perdiendo el tiempo. Está ganando la posibilidad de encontrarse consigo mismo”.

En esos momentos que los adultos solemos llamar “tiempo muerto”, ella ve lo contrario: “Ese no era tiempo muerto, era tiempo vivo. Tiempo de descubrimiento. En esos momentos de aparente vacío se despertaban ideas, surgían historias y nacían mundos inventados”.

Del Castillo recuerda que en la infancia de muchos adultos, las tardes se llenaban de juegos inventados, cajas de cartón convertidas en castillos y nubes transformadas en figuras. Hoy, en cambio, “parece que todo su tiempo debe estar ocupado y que dejar un espacio libre es desaprovecharlo. Sin embargo, es exactamente lo contrario”.

El aburrimiento, explica, “enseña paciencia, enseña a tolerar que la vida no siempre tiene gratificación instantánea”. Para ella, se trata de un aprendizaje fundamental en un mundo adulto lleno de esperas y procesos que no dependen de nosotros.

También resalta que aburrirse fortalece la voluntad: “La voluntad no es otra cosa que la capacidad de posponer la recompensa”. Por eso, advierte que un niño que nunca se aburrió, siempre entretenido por pantallas o adultos, “será un adulto con menos herramientas para tolerar la espera y la frustración”.

Como propuesta concreta a las familias, Del Castillo sugiere: “Primero, resistir la tentación de intervenir enseguida”. En lugar de dar una solución rápida frente al “me aburro”, recomienda devolver con una pregunta: “¿Y qué se te ocurre hacer con este tiempo?”.

También invita a no sobrecargar las agendas familiares: “Regalarles tiempo libre es darles un espacio de libertad y de descubrimiento personal”. Pero aclara que esto no implica desentenderse: “Que nuestros hijos se aburran no significa que nos desentendamos de ellos. Por el contrario, significa acompañar de otra manera. Estar presentes, atentos, pero no proponer soluciones rápidas”.

En definitiva, la invitación de la especialista es clara: la próxima vez que un hijo diga “me aburro”, no lo vivamos como un problema, sino como “una oportunidad para que aprendan a crecer desde adentro, a conocerse, a crear y a imaginar. Porque aburrirse no es perder el tiempo, es aprender a evitarlo”.

“Mejores padres, mejores hijos, mejores argentinos”, concluye Del Castillo.