Argentina, una nación marcada por la migración

En el Día Internacional del Inmigrante, el politólogo Gustavo Tarragona recordó cómo los movimientos migratorios han marcado la identidad de nuestro país y siguen siendo un desafío y una oportunidad en el presente.

“Hoy, 4 de septiembre, se conmemora en nuestro país el Día Internacional del Inmigrante, una fecha que invita a pensar en cómo los movimientos de personas a través de las fronteras han marcado la historia de los países y en particular de la Argentina”, señaló el licenciado en Ciencias Políticas Gustavo Tarragona en su columna semanal de actualidad.

Argentina, explica, es en muchos sentidos “un país construido por migrantes”. Entre finales del siglo XIX y principios del XX, millones de europeos —italianos, españoles, franceses, polacos, alemanes— llegaron buscando trabajo, libertad y un futuro mejor. Ese proceso, afirma Tarragona, “transformó la demografía, la economía y la cultura. Cambió la forma de hablar, de comer, de hacer política y de organizar la vida cotidiana”.

Esa huella cultural sigue viva en expresiones como el tango, la arquitectura urbana o la literatura argentina. Pero la migración no quedó en el pasado. “En la segunda mitad del siglo XX y hasta hoy, la Argentina recibió nuevas corrientes migratorias de países limítrofes como Bolivia, Paraguay, Chile y Perú, de comunidades asiáticas como la coreana y la china e incluso de venezolanos en la última década escapando de una crisis política y humanitaria”, recordó el especialista.

Cada una de estas oleadas trajo consigo desafíos —integración social, acceso al trabajo, vivienda—, pero también grandes aportes: dinamizaron economías locales, ampliaron la diversidad cultural y reforzaron lazos de solidaridad regional.

En ese sentido, Tarragona subrayó un principio clave: “Según nuestra constitución y también leyes de migraciones, el derecho a migrar es un derecho humano”. Y destacó que en un mundo donde crecen los discursos de exclusión, “la Argentina sostiene aún la tradición de hospitalidad que forma parte de nuestra identidad nacional”.

La Iglesia Católica también tiene un lugar central en esta reflexión. El Papa Francisco, hijo de inmigrantes italianos, ha recordado que “no se trata sólo de migrantes, se trata de nuestra humanidad”. Desde su magisterio, insiste en que acoger, proteger, promover e integrar a los migrantes es un deber ético y cristiano, más allá de las decisiones políticas.

En la práctica, muchas comunidades lo viven cada día: “En la Argentina, numerosas parroquias, organizaciones y Cáritas trabajan acompañando a familias migrantes, recordando que detrás de cada número y estadística hay un rostro, una historia y una dignidad que deben ser reconocidos”.

Tarragona invitó finalmente a mirar la migración como algo cercano: “Todos tenemos un abuelo, una abuela, un vecino o un compañero de trabajo que vino de otra tierra”. Por eso, cada historia migrante es también “una historia de esperanza y de futuro”.