Navidad: Dios se hace cercano y renueva nuestra esperanza

Hoy celebramos el misterio del amor de Dios que se hace Niño, entra en nuestra historia y nos regala una esperanza que no defrauda.

Hoy, 25 de diciembre, la Iglesia se llena de alegría para celebrar la Navidad del Señor. No se trata solo de recordar un acontecimiento del pasado, sino de confesar una verdad que sigue transformando nuestra vida: Dios ha querido hacerse cercano, compartir nuestra condición humana y caminar con nosotros.

En el nacimiento de Jesús, Dios no elige el poder ni la grandeza, sino la sencillez de un pesebre, la fragilidad de un niño y el silencio de una noche. Allí, en lo pequeño y lo cotidiano, Dios nos revela su modo de amar. La Navidad nos recuerda que Dios no permanece lejano, sino que entra en nuestra historia concreta, con sus luces y sombras, para llenarla de sentido.

El Niño de Belén es un mensaje vivo de esperanza. En un mundo marcado por la incertidumbre, la violencia, las divisiones y el cansancio, la Navidad proclama que la última palabra no la tiene el miedo ni la oscuridad, sino el amor de Dios que se hace carne. Jesús nace para todos, especialmente para los más pobres, los que sufren, los que se sienten solos o excluidos.

Celebrar la Navidad es dejarnos tocar por este amor. Es abrir el corazón para que Cristo nazca también hoy en nuestras familias, en nuestras comunidades y en nuestra sociedad. Allí donde hay reconciliación, perdón, gestos de solidaridad y compromiso con los más necesitados, la Navidad sigue aconteciendo.

Que esta Navidad renueve nuestra fe y nos impulse a ser testigos de la ternura de Dios. Que, como María y José, sepamos acoger el don que se nos confía, y como los pastores, sepamos salir al encuentro del Niño con un corazón sencillo y disponible.

Hoy, Dios nace para nosotros. Que no pase de largo, que encuentre un lugar en nuestra vida y nos haga constructores de paz, esperanza y fraternidad.